TIEMPO Y LIBROS. UN FINAL


Bahía con acantilados de Gustave Courbet (1819 – 1877).




«En todo lo que importa, el interior es mucho más grande que el exterior» 

G. K. Chesterton. Autobiografía    



Hoy termino esta pequeña serie dedicada al tiempo y lo literario. Se trata de un pequeño interludio, entre comentarios de libros y comentarios de libros, que, espero, ustedes disculparán. En todo caso, creo que no deja de tener relación con el objeto de este blog y por esta razón en ello me demoro. Así que, sin más preludios, comienzo.

La última de las evidencias (sino la primera) que relaciona al tiempo con la literatura (poesía o novela) se encuentra en la imposibilidad de describir o relatar un hecho exactamente cuando este hecho sucede. Necesariamente se da un invencible intervalo entre una cosa y otra. Y esto es bueno.

Y es bueno porque permite (no solo permite, exige), que cuando acontece el suceso la atención esté alerta y todos los sentidos participen del acontecimiento. Solo así es posible percibirlo con la intensidad y profundidad necesaria para trasmitirlo después a través de las palabras. Nuestra experiencia común entiende esto cuando recordamos que nadie puede decir ni escribir la palabra ahora, exactamente, cuándo el ahora está sucediendo.

Mañana de verano en Echo Rock, Lago Mazinaw por Alfred Joseph Casson (1898–1992).

Hoy esto está dejando de ser así y esa es la razón de que la literatura agonice y con ella la lectura y los libros. La tecnología irrumpe en nuestras vidas con sus promesas de inmediatez e inmortalidad y rapta, ladina ella, nuestra sensibilidad. Ya no precisamos atender, el artefacto tecnológico (tan lejano del original sentido del arte factum) lo hace por nosotros captando lo que ocurre. Y si, ciertamente que lo capta, pero algo sucede entonces que trocea el alma. 

Y ya nada es igual.

Lo mismo ocurre al otro lado, del lado del lector. Se da también un intervalo, igualmente invencible, entre aquello que se cuenta y aquello que se comprende. Hacer nuestro el mensaje escrito precisa de tiempo. La lectura de los signos, la comprensión de aquello que se cuenta y luego, quizás, la reflexión sobre lo que se cuenta; todo esto requiere un tiempo y demanda atención. Sin este tiempo y esta atención nada se percibe, nada se llega a comunicar realmente.

Es efectivamente así; hoy, ni leemos ni escribimos. Divorciamos nuestro conocimiento de la realidad, que de esta forma se aleja y queda apartada. Toda nuestra atención es deudora del artefacto tecnológico y así olvidamos lo que de verdad está sucediendo. Y no cabe duda de que esa asombrosa tecnología nos permite trasmitir lo sucedido con una gran fidelidad, al menos formal; pero, ¿a qué coste? Sospecho que entre medias se pierde para siempre aquello que el hombre pone de sí mismo: la poesía, el arte, el pensamiento, la cultura, porque el artefacto, al capturar la realidad, la trasforma necesariamente, la desrealiza, pues ya es otra cosa lo que se trasmite y, en todo caso, lo es sin nosotros y a pesar de nosotros. 

Verano en el fiordo de Adelsteen Normann (1848-1918).

El hombre se vuelve así irrelevante… y la realidad también, porque lo que se comunica es algo que es ajeno al espíritu humano y lo que se recibe, se recibe a espaldas de la realidad. ¡Ah, añorada realidad! De un tiempo a esta parte habita entre nosotros una impostora que asume su nombre y nos seduce acallada y silente, esa que falsariamente apodan virtual, como si algo tuviera que ver con la virtud.

Cuantas veces nos vemos a nosotros mismos atrapados en este laberinto diabólico, cuantas veces dejamos de disfrutar de un atardecer hermoso por “inmortalizarlo” con nuestra cámara de video… para no verlo nunca ¿Nos arrepentiremos alguna vez de sacrificar la delicia de la experiencia natural y directa por el almacenaje de unos pixeles o de celuloide que jamás será revisionado? estoy pensando en cosas como los primeros pasos de nuestros hijos, sus primeras palabras, cuando aprendieron a andar en bicicleta, sus torpes y tempranas brazadas, sus mañanas de Reyes, etc. Todos esos momentos, seguro, están por ahí –al menos formalmente-, en algún disco duro, en algún pendrive, pero ¿están en nuestros corazones? ¿forman parte de nuestra memoria sentimental? Si no es así (y muy probablemente así sea), serán algo perdido que no podremos ya recuperar.

Lago de Lucerna de Alexandre Calame (1810–1864).

Es más, aunque pudiéramos o quisiéramos rescatarlo para nuestra memoria accediendo a ese almacén tecnológico, antes deberíamos preguntarnos que encontraremos allí ¿acaso la realidad pasada? ¿Puede revivirse lo pasado como realidad cuando no hemos prestado atención debida a lo acontecido, cuando no hemos puesto nada nuestro en aquello que hemos enlatado y tratamos de recuperar mediante la cibernética? ¿o es probablemente un patético simulacro, una impostura cruel y falaz? Muchas veces me hago estas preguntas, que me inquietan y me perturban.

Quizás solo nos quede prestar atención a lo vivido, y entre vivencia y vivencia, recoger algún detalle por escrito, buceado en el recuerdo y la memoria para, finalmente, poder recuperarlas algún día, más fielmente, más realmente, más humanamente, a través de la lectura... quizás.

Entre tanto, me gusta pensar que algunos lo harán y lo seguirán haciendo, como Péguy hizo, legándonos, para nuestra maravilla, estos versos deslumbrantes y lúcidos:


«Como un padre que enseña a nadar a su hijo
en la corriente del río
y que esta dividido entre dos sentimientos.
Pues por una parte si le sostiene siempre y si le sostiene demasiado
el niño se confiará y nunca aprenderá a nadar
Pero por otra, si no le sostiene en el momento justo
ese niño beberá un mal trago.
Así yo, cuando les enseño a nadar en sus pruebas
también estoy dividido entre esos dos sentimientos.
Pues si los sostengo siempre y si los sostengo demasiado
nunca sabrán nadar ellos solos.
Pero si no los sostengo en el momento justo
esos pobres hijos quizás beban un mal trago.
En eso está la dificultad, que no es pequeña.
Y esa es la duplicidad incluso la doble cara del problema.
Por una parte es preciso que consigan la salvación por si solos. Es la regla.
Y regla formal.
De otro modo no sería interesante. No serían hombres.
Además quiero que sean viriles, que sean hombres y que ganen ellos mismos
sus espuelas de caballeros.
Por otra parte, no deben dar un mal trago
tras sumergirse en la ingratitud del pecado.
Tal es el misterio de la libertad del hombre dice Dios,
y de mi gobierno de él y de su libertad.
Si lo sostengo demasiado, ya no es libre
y si no lo sostengo lo suficiente, se cae.
Si lo sostengo demasiado, expongo su libertad,
si no lo sostengo lo suficiente, expongo su salvación:
Dos bienes desde cierto punto de vista casi igualmente preciosos.
Pues esa salvación tiene un precio infinito
Pero qué sería una salvación que no fuese libre».

EL MISTERIO DE LOS SANTOS INOCENTES, fragmento.






Comentarios

  1. Estoy de acuerdo con cada palabra y no lo habría podido expresar mejor. Es una tragedia. Y estamos todos contaminados, absolutamente todos, unas más y otros menos, pero todos. Incluso los que nos damos cuenta de lo terrible que es ese divorcio respecto a lo real y tratamos de luchar contra ello.

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  2. Absolutamente cierto. La tecnologia nos ha fragmentado y nos ha vaciado de nuestra realidad....La comunicacion, por mas intensa que parezca, resulta falsa, por su inmediatez.....La instantaneidad nos esclaviza y perdemos el momento unico, que ya no sabemos atrapar.....Temo que nuestro mal ,ya sea incurable y la contaminacion global, inevitable.....El unico consuelo es la lucidez de conocer el momento terrible en que nos encontramos...La salvacion solo nos pude venir del Cielo....De arriba......Ni siquiera el Arte, la Literatura,la Musica...., pueden redimirnos ni consolarnos.Todo esta destruido...Ven, Señor Jesus!....Gracias por plantear la cuestion, tan profunda y directamente....Tú dedo en la llaga...

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    1. "La salvación solo nos puede venir del Cielo". Lo sabemos, y aún así tememos y temblamos.

      Muchas gracias por seguir ahí Doña Kowanga.

      Un cordial saludo.

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  3. Miguel, qué bella lección!
    Es cierto, ¿de qué nos sirve tener momentos inolvidables en un pendrive si no han pasado por el corazón? Así es imposible el recuerdo, porque recordar (re-cordis) es traer de nuevo al corazón lo que alguna vez se fue en el andar de la vida.
    Otrosí: eso de que el artefacto desrealiza, se me hizo evidente cuando mi esposa me releía esas páginas de Senior donde cuenta que nadie se junta alrededor de una estufa o se acomoda en torno de un equipo de música...allí falta vida y realidad. Nos reunimos en torno al fuego natural o a un piano. Eso les pasa a todos, y comprueba lo que tan bien ha expresado en esta 3ra parte de su trilogía póstica.
    Suyo,

    J.A.F.

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    1. ¡Ah, el corazón! Que vacío está, ¿no? Como bien dice José, nos falta vida y realidad.

      Un abrazo.

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  4. "Quizás solo nos quede prestar atención a lo vivido, y entre vivencia y vivencia, recoger algún detalle por escrito, buceado en el recuerdo y la memoria para, finalmente, poder recuperarlas algún día, más fielmente, más realmente, más humanamente, a través de la lectura... quizás." ¡Seguro! A mí me gusta escribir, y cuando releo, casi siempre, se me presenta nítida la imagen de lo que relaté en algún momento. Por eso me encantan tanto los libros. Uno ve lo que está leyendo, sin duda.
    P.D.: Péguy, qué maravilla.

    Saludos cordiales.

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    1. "Uno ve cuando está leyendo". Que bonita y certera frase Josefina. Y lo de Péguy es una delicia, desde luego.

      Un saludo cordial.

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  5. Hermoso artículo Miguel!! Muchas gracias por seguir compartiendo con nosotros todo esto. Sigue adelante por favor, por nuestro bien el de nuestros hijos.
    Te aseguro que el bien que haces es mayor al que tú crees, estas sembrando semillas que traerán hermosos frutos.
    Disculpa que me he alejado de los comentarios porque se que éstos te ayudan a seguir adelante. Pero sigo firme y leo siempre lo que publicas.
    ya te haré llegar una foto de mis niños con algunos libros que hemos conocido gracias a ti.
    Un fuerte abrazo en cristo!!

    Enzo (desde Mendoza, Argentina)

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    1. Gracias a usted Enzo. Y nada de disculpas, que si escribo es porque deseo que me lean y que esto pueda ayudar; por esta razón, eso que usted me cuenta me congratula enormemente y me da fuerzas.

      Un abrazo.

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  6. Impecable lo de Péguy. Cómo va desde lo más sencillo y natural a lo más complejo y misterioso, una genialidad el pensamiento.

    En cuanto al artículo, se refleja claro lo que más de uno pensamos y no podemos expresar por nuestra limitación. Más allá de que estamos "atrapados" en este mundo tecnológico, es sano -creo yo- que nuestro corazón no deje de sentir esa tensión por desear vivir de otro modo. Si bien no podemos alcanzar efectivamente un mundo cercano a la vida sencilla, sería bueno alcanzarlo afectivamente.

    Gracias Miguel, saludos.

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    1. Muchas gracias José. Tiene usted razón, es un consuelo y quien sabe si quizás algo más. En todo caso es un acicate para hacer algo, porque algo hay que hacer.

      Un saludo.

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