DE LIBROS, CAMAS Y NIÑOS

«Niño dormido» de Abbot Handerson Thayer (1849-1921).




«Salten de alegría los santos por tal gloria; canten con gozo sobre sus camas»

Salmos, 149:5



«Mi lecho me consolará, mi cama aliviará mi pesar»

Job, 7:13




Al parecer, toda cama es, ante todo, un lugar limitado, cerrado y protegido de un afuera abierto y peligroso, y como espacio que asegura la indemnidad física del niño, la cama participa en la construcción de su identidad. Es, por tanto, un lugar estructurado y centrado, del cual el niño puede salir a experimentar para luego volver a él y, en su protección, refugiarse y descansar. Así dicen al parecer los que pretenden saber de esto. Podría ser, pero yo lo veo más sencillamente: creo que la cama es para el niño un lugar de protección, sí, pero también un lugar mágico y abierto al sueño, al juego y a la imaginación.

Ahora bien, no es de olvidar que esto no siempre fue así; en la biografía de todo niño, antes de nacer esa predilección por las camas, prevaleció un temor y una aversión a las mismas, como símbolos del sueño físico que son, contra el cual, vete a saber por qué, luchan desesperadamente todos los bebés ¡Qué ignorantes!, solemos clamar los adultos, ¡con lo placentero que es dormir! No conozco la explicación freudiana o psicoanalítica al fenómeno, ni siquiera la psicológica, pero sospecho que, dado que el nacer y el morir son los extremos de un círculo que se cierra al final de nuestro tiempo terreno, es la inquietud causada por esa proximidad de los extremos lo que sienten los infantes, aún sin conciencia alguna de ello. Nosotros, en cambio, sí que sabemos del parentesco entre sueño y muerte.

Leyendo en la cama de John Gannam (1907-1965) y !Despierta, que es Navidad¡ de Arthur John Elsley (1860–1952).

Pero, el caso es que esa primera etapa pasa y al pasar nace un amor por las camas como lugar de recreo y de descanso, de refugio y de aventura. Como dice Bachelard –y aquí estoy de acuerdo–, la cama es  más que un espacio de protección, es un «rincón donde ser abrazado» y «un estado de ánimo». Es punto de entrada en el reino de los sueños, refugio de amor, comodidad y calidez; sueño y silencio, risas y alborozos, todo a un tiempo.

Y cierto es que las camas aparecen en los libros, como no, y también en los libros infantiles, por supuesto. No hablaré aquí de la cama inserta en el olivo de Zeus que construyo afanoso Ulises y con la que Penélope le sometió a prueba en La Odisea. Tampoco lo haré del lecho, arma homicida, de El corazón delator de Poe. Pero me gustaría al menos citar, aunque sea de pasada, el viejo cuento folklórico escocés –eso dicen- de Ricitos de Oro y los tres osos y su búsqueda de la cama adecuada a su tamaño, la historia de Heidi y su acogedora cama de paja y el cuento de Andersen La princesa y el guisante, pleno de imaginación y sensibilidad, además de la cama donde se oculta el lobo de la Caperucita Roja de Perrault o la hermosa cama donde yace dormida La bella durmiente de los Grimn.

Ilustraciones de «Ricitos de oro» por Scott Gustafson (1956-), de «Heidi», por Gustaf Tenggren (1896-1970) y de «La Princesa y el guisante» por Edmund Dulac (1882-1953).

Pero a despecho de todos los anteriores, dónde voy a poner el acento es en un libro en particular, concretamente en un librito de poemas escrito por una escritora maldita: Sylvia Plath y su Libro de las camas (1959).

«¿Para qué solo una camita acogedora y abrigada donde pasar la noche con la luz apagada?» Con esta pregunta provocadora empieza y acaba este libro de poemas sobre camas escrito por la Sra. Plath.   

Hasta que mis hijas y yo leímos este divertido librito de poemas no sabíamos que podían existir tantos tipos y variedades de camas. Y desde entonces puedo asegurarles que su imaginación se ha disparado: no paran de inventarlos.

Portada e ilustración de Quentin Blake (1932-).

Es sabido que la vida de Sylvia Plath fue trágica y malograda. Una vida sufriente y extraviada que se truncó en un desvío irreparable del alma. Pero tuvo algunos destellos de genio y de esperanza, que, quizás, rediman otras faltas. Ojalá sea así.

Uno de estos destellos es este librito, deliciosa colección de poemas para niños, publicado póstumamente en 1976. En él, la Sra. Plath anima a los niños a imaginar su vieja cama como una «cama con propulsión a chorro» que puede metamorfizarse en cualquier cosa que deseen, en una positiva y divertida incursión en el mundo imaginativo del niño.

Ilustraciones de Quentin Blake (1932-).

El libro fue escrito por la Sra. Plath en un impulso creativo en mayo de 1959. Escribe en su diario el 3 de mayo:

«Elegí diez camas de una lista más larga, una lista de camas demasiado elegantes, ingeniosas y estrambóticas, y una vez que había empezado a escribir no pude detenerme hasta que terminé». Cómo dice uno de los versos: «La mayoría son camas para dormir o descansar,  pero las mejores camas sirven también para disfrutar». 

En este maravilloso libro la Sra. Plath nos ofrece un variado catálogo de camas cuyos usos van mucho más allá de lo convencional y conocido: camas-submarino, camas con cohetes «para visitar Marte y cazar estrellas fugaces» o con dispensadores de bocadillos, o las camas Tanque, o pequeñísimas camas de bolsillo que han de regarse para que crezcan hasta alcanzar el tamaño justo o camas que se depositan sobre el lomo del elefante de un Rajá (estas dos últimas, las que más gustan a mis hijas). La autora despliega una imaginación desbordante con formas originales y funciones inimaginables, en un juego verbal que va desde lo onírico a la pura diversión, dando lugar a un artificio deudor, como no, del nonsense de Lear y Carroll.

Los versos, rítmicas estrofas humorísticamente cariñosas, permiten una lectura divertida con una tranquilizadora disposición circular en la dirección narrativa, que prepara al niño para dormir.

Al texto lo acompañan las ilustraciones apresuradas y estrafalarias de Quentin Blake.

Para leer en voz alta desde los 4 años.




Comentarios

  1. Muchas gracias por la ayuda para contrarrestar la pseudo-educación actual.

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    1. De nada, gracias usted por decírmelo y por seguir el blog.

      Un saludo cordial.

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  2. Muchas gracias Miguel. Me entusiasmo y aprendo para la educación de mis tres pequeños hijos. Saludos desde Argentina!

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    1. ¡Muchísimas gracias! Me alegra enormemente de lo que me cuenta, de verdad.

      Un saludo cordial.

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