ELOGIO DE LA REPETICIÓN

Jardín en octubre en Aldworth de Helen Mary Elizabeth Allingham  (1848 - 1926) 


E C L E S I A S T E S

«Hay un pecado; decir que es gris una hoja verde
y se estremece el sol ante el ultraje;
una blasfemia existe: el implorar la muerte;
pues sólo Dios conoce lo que la muerte vale;
y un credo: no se olvidan de crecer las manzanas
en los manzanos, nunca, pase lo que nos pase;
hay una cosa necesaria; todo;
el resto es vanidad de vanidades»

G. K. Chesterton



Hay gente que asocia de forma automática la repetición al aburrimiento, a la pobreza, a la vaciedad, a la nada. Los tiempos que vivimos abonan estas tesis con sus cambios bruscos y veloces, con su fugacidad, con esa impregnación caduca que se asocia a todas las cosas, con esa necesidad de novedad que genera angustia, ansiedad y neurosis.

Hay que volver de nuevo la mirada a los niños. No es solo un consejo; es un mandato de Nuestros Señor. Y lo olvidamos siempre…

Y los niños adoran la repetición, la necesitan. CHESTERTON nos dice que los niños no se cansan de la repetición «cuando descubren un juego o una broma que les proporciona especial alegría. Un niño se golpea rítmicamente los talones, a causa de un desborde y no de una carencia de vida. Porque los niños rebosan vitalidad por ser en espíritu libres y altivos; de ahí que quieran las cosas repetidas y sin cambios. Siempre dicen “hazlo otra vez”; y el grande vuelve a hacerlo aproximadamente hasta que se siente morir. Porque la gente grande no es suficientemente fuerte para regocijarse en la monotonía».

Los niños están mucho más cerca de Dios que nosotros, y la repetición también.

Confirmando esta idea, vuelve CHESTERTON a decirnos al respecto de la repetición y la monotonía que «tal vez Dios sea bastante fuerte para regocijarse en ella. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: “hazlo otra vez”, y cada noche diga a la luna: “hazlo otra vez”. Puede que todas las margaritas sean iguales, no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él, tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecimos, y nuestro Padre es más joven que nosotros.»


Margaritas, de Phil Greenwood (1943-). 

GUARDINI, por su parte, siguiendo esta linea de pensamiento, relaciona la repetición con la oración, con la comunicación con Dios.

«Las frases de las oraciones pierden, con la repetición, el carácter significativo que les es propio. Su primer significado queda como en suspenso y deja expresar a su través un nuevo contenido. Cada palabra se convierte en una palabra de segundo grado –por así decir-, cuyo contenido viene dado por cada uno de los “misterios” contemplados», dice. Y refiriéndose al Rosario, paradigma de la oración repetitiva, dice que la repetición de sus palabras con «paciencia amorosa» «abren el ámbito sacro de la Revelación, en el cual el Dios vivo se convirtió en nuestra verdad»  y que «lo que llena de sentido el Rosario es un proceso incesante de simpatía santa». 

Recuerdo también el impresionante comienzo de esa magnífica película rusa que es «La Isla» y el reiterativo breve rezo del monje atormentado que nos remite a la oración interior continua de El Peregrino ruso.

KIERKEGAARD, que estudió y mucho esto de la repetición y que igualmente vio su carácter trascendente, dijo al respecto que «El mundo, desde luego, jamás habría empezado a existir si el Dios del cielo no hubiera deseado la repetición… por eso hay mundo y subsiste gracias a que es cabalmente una repetición. La repetición es la realidad y la seriedad de la existencia. El que quiere la repetición ha madurado en la seriedad». Él decía que la repetición no es un movimiento de la naturaleza o de las ideas abstractas, sino de la interioridad para recuperar la inocencia pérdida; que no es en sí́ la redención pero sí la posibilidad de ella, porque, a partir de ese momento se está́ en situación de volver a creer de nuevo; es decir, de recuperar la propia inocencia.

Volvemos a los niños. Siempre volvemos a ellos.

Pero ocurre que, a aparte de los niños, solo unos pocos tipos como CHESTERTON, KIERKEGAARD o GUARDINI, han alcanzado esa seriedad de la existencia; parece que los hombres olviden el significado trascendente de lo repetido apenas trasponen la línea de la sombra, que diría CONRAD ¿Quizás porque siendo niños no experimentaron suficientemente esta forma de devoción secreta?

Para ayudar a que esto no suceda con nuestros pequeños, les traigo hoy algunos libros donde la repetición es protagonista.


Y PENSAR QUE LO VI POR LA CALLE PORVENIR (1937) de Dr. Seuss.

Portada del libro y una de las ilustraciones de Seuss.

El Dr. Seuss (seudónimo de Theodor Geisel), toda una institución en esto de la literatura infantil, hizo su debut como autor de libros para niños con este cuento. En esta divertida historia, asistiremos asombrados y al compás de las pegadizas rimas del autor, a como un simple caballo tirando de un carro que transita por la calle Porvenir, crece y crece en la imaginación del protagonista, sin que parezca que nada ni nadie lo pueda detener. En este breve cuento veremos a la inquieta imaginación del joven Marcos cabalgar sin bridas ni freno en el breve trayecto que media entre la escuela y su casa. Pero Marcos ha prometido a su padre no decir más mentiras, y ello aunque su imaginación audaz y salvaje le ponga en un aprieto. La rima repetitiva de la frase con la que acaba cada página («lo que vi por la calle Porvenir»), nos lleva suavemente hasta el sorpresivo final.


BUENAS NOCHES, GORILA (1995) de Peggy Rathman

Portada del libro y una de sus ilustraciones.

Galardonada con el prestigioso premio Caldecott, la Sra. Rathman es una conocida y apreciada autora infantil que, en esta ocasión, nos trae un delicioso relato para la hora de acostarse. Un pequeño y travieso gorila sigue en silencio al guarda del Zoológico en su ronda de medianoche, abriendo tras de él las jaulas de todos los demás animales. Al ritmo y la pauta de tres repetitivas palabras (las «buenas noches»..., que da el guarda a todos y cada uno de los animales) los habitantes del Zoo siguen sigilosos al somnoliento guardián hasta su casa y... Esta historia, engañosamente simple, está llena de encanto y sin duda cautivará a sus hijos. Sombras profundas, de rosas, verdes, y violetas, amplifican el breve texto. Seguro que se convertirá en un favorito a la hora de acostarse y que sus hijos pequeños terminarán aprendiéndoselo de memoria. 


EL CONEJITO ANDARÍN (1942) de Margaret Wise Brown

Portada del libro, ilustrado por Clement Hurd (1908-1988).

Otra pequeña delicia de la autora de Buenas noches Luna. Un pequeño conejito comienza un juego de afirmación e independencia huyendo del hogar y poniendo a prueba el amor de su madre: «Si te escapas», dice su madre, «correré tras de ti, porque eres mi conejito». A partir de este momento, mediante una deliciosa combinación de imágenes de ensueño cuasi surrealistas, y el monocorde arrullo de la repetitiva y reconfortante respuesta de la madre (que en todo momento afirma rotundamente su amor incondicional), el niño es llevado a través de un delicioso e imaginario juego de persecución, hasta el final del cuento. No importa de que manera quiera ocultarse el conejito un pez en un arroyo, un azafrán en un jardín oculto, una roca en una montaña su madre, firme, amorosa y protectora, encontrará la manera de retenerlo. Fantástico librito que trasmite a los niños el consuelo y la tranquilidad que muchas veces anhelan y muestra de forma delicada y gráfica el inconmensurable amor de una madre.

Todos los libros comentados son apropiados para niños entre 3 y 6 años.




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